jueves, 19 de noviembre de 2009

Basado en los principios de la etcétera | 1

-¿Y tú? ¿Con qué te identificas? ¿Cuál es la característica de tu personaje?
-No interpreto ningún papel.
-Venga, Eva, no empieces...- interrumpe Tadeo.
-No, está bien. No voy a participar en la obra.
-¿Es por él?
-Sí.- Responde Eva sin reparo. No le avergüenza. Ya no teme a las represalias ni a las consecuencias ni a nada. Solo es un alma martirizando a un cuerpo que ya no brilla.
-Hace meses que se fue. Eres la única que lo recuerda aún. Él decidió irse, acéptalo. Todos lo hemos superado. Es como si nunca hubiera estado aquí.- Begoña sabe que sus palabras no servirán de nada.
-No lo estuvo.- Tadeo intenta no perder los nervios.
-No… -ahoga Eva en un suspiro.

Ella le creyó más que ninguno de los demás. Ella repasó sus recuerdos con permanente y él la encerró en un laberinto de setos altos y cielo oscuro. Y ahí se encuentra ella, presa de un irrefutable sentimiento más duradero que los siglos.

Esto que casi os lloraré como si fuese la mismísima Eva la que suscribe, es lo que ocurre después del no happy ending. Son los retales de una historia ya escrita y que a nadie ya importan. No es la historia de Eva, porque si Eva tuvo una historia digna de novela, esa terminó hace meses cuando él decidió marcharse. El fin de la historia de Eva es el principio de esto que intento explicaros. Repito que no es una fábula ni un cuento, ni ninguna viñeta entrañable; no hay moraleja y ni siquiera un desenlace, es más bien un secreto o un rito de supervivencia a lo que perdura, en todos los aspectos.
M*

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